¡Menos mal que Dios existe!

¡Menos mal que Dios existe!

La Pascua, la certeza de la Resurrección, supone, para los que creemos en Él, aclamar que verdaderamente Dios existe. Es esta gran afirmación, dicha en lo más hondo de nuestro corazón, la que se convierte en empuje, fortaleza e insignia para seguir caminando.

Hay momentos de nuestra vida en la que nos parece que debemos tomar opciones que superan nuestras fuerzas, debemos renunciar a cosas, personas, situaciones que superan nuestra capacidad. Hay momentos de la historia en las que sólo palpamos oscuridad, angustia o temor… ¡cuántos momentos de la vida se viven así, en silencio absoluto, en la soledad más sonora, en la incomprensión más fuerte!

Sin embargo, la pascua supone para nosotros una oportunidad para mirar en su conjunto la historia del mundo y nuestra propia historia, y darnos cuenta, de que a pesar de todo, por encima de todo, y en todo, Dios está interviniendo, Dios no falta, Dios está. Costaba descubrirlo, pero estaba. Era difícil entenderlo, pero lo sabemos: nuestra historia, la historia del mundo ya no es nuestra, es de Dios, un Dios que no deja de estar presente sembrando vida, acogiendo nuestros límites, reparándolo todo, recreándonos con ternura y pensándonos con amor.

Y es que, por encima de todo, ¡menos mal que Dios existe! Por eso, la pascua es tiempo nuevo, es nuestro tiempo, es una nueva oportunidad para proclamar en medio del mundo, que a pesar de las dificultades y limitaciones de nuestra vida, Dios sigue acompañándonos y haciéndose presente en nuestra historia.

Sumergidos en Cristo podemos mirar toda nuestra vida y descubrir que todo tiene sentido. Contemplando al Resucitado podemos experimentar que somos creados para la vida, regenerados, llamados a la vida en plenitud. Apoyados en la experiencia de esa “ternura de un Dios resucitado” podemos vivir con la certeza de que nos sostiene un amor muy grande, un amor sin límites, un amor derrochado… por eso, no dejemos nunca de repetirnos que ¡menos mal que Dios existe y nos piensa con amor!

¡Menos mal que Dios existe… y nos piensa con amor!

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